viernes, 12 de septiembre de 2008

VIII B. los coherentes

“Bienaventurados los que hacen lo que dicen y dicen lo que piensan".

A estos podríamos llamarles “coherentes consigo mismos”. Por encima de una coherencia más o menos subjetiva que es la que se deja al arbitrio de lo que más nos convenga.
El obrar de las personas ante la sociedad, necesita de una coherencia o unidad entre lo que es bueno y así lo creemos y la practica de actos o el comportamiento acorde con eso que decimos creer.
A pesar de esta complicada definición de coherencia, todos podemos entender que es coherente consigo mismo quien no actúa en contra de su propia conciencia.
Para un cristiano por tanto, su coherencia. Le debe llevar a hacer de su vida un fiel reflejo de lo que su conciencia cristiana le lleva a confesar ante Dios y antes los demás. Y que se expresa en una forma peculiar de comportarnos.
Atendiendo como normas; las aconsejadas por Dios. A través de su palabra y de su Iglesia, en el cumplimiento de los mandamientos y sugerencias que como madre de ella recibimos. A la luz de la gracia, reconocemos ante Dios y ante nosotros mismos la necesidad de vivirla.
A veces... hasta sacamos el propósito de poner empeño en tener unidad de vida, “el ser coherente con nuestra fe”.
Ciertamente en nuestros días no parece fácil: El ambiente, los medios de comunicación, la educación y hasta las leyes. Parece que pusieran barreras a la práctica del cristianismo. Que tiene unas connotaciones propias, inscritas desde nuestro Bautismo en el alma de cada uno como “ley natural.”
Características que podemos resumir en pocos términos aunque su expresión es amplia y abarca todas las circunstancias vividas por una persona: El amor a Dios como nuestro creador y dador de la vida. (sintiendo la filiación divina, y sabiéndonos siempre en su presencia).
-El tratarlo en la intimidad de nuestra alma, (mediante la oración) como Padre.
-El unirnos en la celebración de sus misterios con la comunidad de los bautizados. O sea con toda la Iglesia, (Comunión de los santos)
-El respeto y cariño que le debemos a nuestros progenitores y al resto de personas con las que convivimos. (Caridad)
-El respeto y acatamiento de las leyes civiles cuando son justas y no atacan o pervierten algún derecho humano. Como es el derecho a la vida y otros derechos fundamentales. Que permiten el desarrollo del hombre como un ser libre y equilibrado (Elevando nuestras actividades a un plano sobrenatural, sabiendo que todo lo humano podría ser santificable en sus fines y medios: trabajo, alegría .
-La tendencia y el deseo de que haya paz en el mundo de que no haya injusticia, ni pobreza.
Todo esto que esta inscrito desde nuestro Bautismo en el alma de cada uno y que permiten conocer con más fuerza lo que está ya en la naturaleza humana como ley natural y que nos viene aconsejado por Dios a través de los mandamientos. Son el campo de batalla para el cristiano. Batalla en la que cada uno de nosotros ocupamos un lugar único, con nuestro nombre.
Así mientras a algunos les toca ser ministros u ocupar cargos de organización. Otros son elegidos para guerrilleros, dando la cara, van a ocupar los primeros puestos en el frente, siendo ejemplo para los demás.

Otros quizás soldados, pertenecientes a grupos activos desde Caritas, catequesis, pastoral de la salud, organizaciones no gubernamentales, asociaciones de laicos, o grupos de base. Y otros tipos de voluntariados que nacen del mismo deseo o compromiso de los cristianos con los más desfavorecidos. Sin tener en cuenta condición de raza, religión o política. Si no únicamente el amor a todas las criaturas y especialmente a las que sufren cualquier tipo de adversidad o situación injusta.

Pero lo definitivo no es pertenecer a un grupo u a otro, sino tomar conciencia de que todos formamos parte de la Iglesia y, por tanto, desde nuestra condición de bautizados mostrar con obras que somos miembros activos, es decir, gente que hace de su fe vida en el acontecer ordinario de su existencia cotidiana.
La mayoría de nosotros, que carecemos de experiencia militar, descansamos en nuestra comodidad pensando: “esto no es para mí”. Sin embargo es Jesús, quién nos llama a esa milicia. Quién en muchas parábolas nos instiga a estar alerta a vigilar sin descanso.
En el Sacramento de la confirmación, se nos recuerda a travéz de los signos y las palabras del rito; que somos soldados de Cristo. Quiere esto decir entonces, que todos los confirmados en la fe, de alguna forma somos parte de ese ejército de Cristo.
Cada uno desde su posición: social, profesional, económica, deberíamos preguntarnos:
¿Yo que hago en esta milicia?.
¿Tengo acaso por mi estado o posición en relación con la sociedad algún cargo que me obligue a defender mi fe y la de mis hermanos: ¿Soy padre, madre, profesor, Jefe o líder de algún grupo, hermano mayor, o vecino de otras personas, compañeros en el trabajo?
Pues ahí, en medio del mundo. Donde participo junto a otras personas en actividades variopintas y normales. Se me está pidiendo dar testimonio de esa coherencia entre mi fe teórica y mi obrar práctico.
Podemos entonces confirmar que se nos esta pidiendo desde el Evangelio unidad de vida, ante Dios y frente a los demás.
Porque mi testimonio puede ser luz para el que no conoce, o piedra de tropiezo. Si con “mí obrar” provoco el escándalo en las criaturas del Señor. O simplemente mi falta de formación puede confundir a otros a los que intento ayudar.
Puede ser, que por educación, por miedo o respetos humanos o simplemente por pereza, actuemos a veces en contra de nuestra propia conciencia.
Es esto lo que luego va siendo materia de examen en la preparación de la confesión sacramental. Piensa un momento: ¿De qué nos confesamos?.
¿No es cierto, que llamamos faltas a las veces que no fuimos coherentes con nuestra fe?. Desde nuestra posición o responsabilidad de padre, de hijo de hermano, de amigo, de empleado o de jefe.
Benditos, Bienaventurados, felices, podemos llamar a los que actúan con esa certeza de hacer lo que deben. Porque aún en situaciones extremas o incluso cuando se les acuse injustamente no serán culpables ante Dios.

Actuar en conciencia además da paz interior. Que se traduce en un actuar sereno y alegre. El Hombre es un ser social, necesita relacionarse. Es más feliz si se siente querido, o respetado por los que le rodean. En ésta búsqueda de ser admitido por su entorno. A veces se va dejando llevar. Se va dejando influenciar; Pero se nos olvida que también influimos en los demás. En los que nos acogen: en los que nos tratan o sólo nos ven. Todos y cada uno aportamos al medio lo que tenemos. A su vez captamos y vivimos según nuestro ambiente.
Es a éste condicionante que en algunos casos es muy fuerte, y hace temblar nuestros instintos si no tenemos una personalidad madura y bien formada, a lo que llamamos “La escuela de la vida “. Porque es en el discurrir de nuestra existencia: en un entorno social, familiar y profesional. Donde vamos aprendiendo a vivir y ese entorno nos va enseñando. Nos va lanzando mensajes de diversa índole: imagen, palabras, comportamientos, que influyen en nuestro modo de ser, de expresarnos y de vivir.

Pero a su vez, vuelvo a repetir: “no somos meros receptores sino que también nuestra forma de comportarnos, irradia en los demás enseñanzas, a través de nuestra forma de vivir.
Y he aquí que viene el Evangelio, a confirmar y exhortar este hecho. Jesús nos invita muchas veces a salir de nuestro yo y a proyectarnos sobre el mundo que nos rodea. Nos anima a ser sal y luz para los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Nos invita a salir de nuestra pereza, de nuestra tibieza. Nos dice: que no somos sólo espectadores, sino más bien maestros, conocedores de las virtudes y apóstoles de sus mensajes.
Si por un momento nos parásemos a calcular el mal y el bien que podemos hacer con nuestros actos. . . Con nuestros pensamientos. . . con nuestras palabras y nuestras omisiones.

Jesús en el Evangelio, se muestra intransigente ante el escándalo que podemos provocar en los demás con nuestro obrar: “Más le valdría, que le atasen una piedra de molino y le arrojaran al mar”.

Pero ocurre que siempre vemos mejor la fachada del vecino, que nuestra propia puerta, a veces podemos caer en el error, de creer o pensar que estas palabras, vienen para los que confiesan su pecado a la luz del día. Olvidando que quién dicta esa sentencia, ve en lo oscuro de nuestra alma; Con lo cual la lectura de este párrafo del Evangelio me lleva a preguntarme y espero que tu también te lo preguntes: ¿Cuántas veces tú y yo, hemos sido motivo de escándalo en nuestros pensamientos, con nuestros actos, en nuestras palabras y en nuestras omisiones?.
Tal vez nadie nos sorprendió infraganti pero están ahí. Son nuestras negaciones a lo que decimos que creemos.
Dios espera todo de sus hijos. Como nuestros padres de nosotros y como algunos de nosotros que somos padres, esperamos de nuestros hijos.
Este es el primer motivo para intentar ser coherente. Para estar alerta ante las fisuras, que se van produciendo en nuestra alma y que la mayoría de las veces por la gracia de Dios, no salen al exterior.
En definitiva, tenemos que aspirar. A que esa coherencia nazca en nuestro corazón. Se alimente y desarrolle en nuestro trato intimo con el Señor, para poderla ofrecer a los demás, como modelo de vida a ejemplo de Jesús.

Entra aquí por tanto una cuestión temporal a juego: “El tiempo que parecemos cristianos”. La falta de coherencia es eso, que no nos vean con una unidad de vida.

En los pueblos pequeños donde todo el mundo esta bautizado, luego todos son cristianos y además todos se conocen. He oído un apelativo, que me ha animado a ser más coherente. Lo cito en estas páginas por si a alguien más le sirviera.

Dicen“beato”1, burlándose o en sentido irónico, a los que predican con palabras, pero desmienten con sus obras. O sea que fuera de halagar, que es lo que debería de suponer este titulo. Allí pierde su significado. Según la Real Academia de la lengua, y que según dice1la Iglesia es una persona de probada virtud.

En los pueblos muy al contrario se le llama en sentido peyorativo así a la persona que “parece pero que no lo es.” En caso puntual se le da este sobrenombre con ironía. Acompañándolo del refrán castellano “ A Dios rogando y con el mazo dando.”
Esto es muy de la sociedad rural donde numéricamente hablando. De 15.000 habitantes, 14.978, están bautizados. Y como tales reciben los servicios sacramentales (Primeras comuniones, Bodas, bautizos, entierros).

De estos, entre 500 y 1.000 tal vez vayan a Misa el Domingo o Vísperas de Festivos. Y menos de 30 entre las que en mayoría aplastante son personas de muy avanzada edad, las que participan en la Eucaristía de diario.

Si estas leyendo estas páginas será porque seguramente estás al menos entre las 500 de “festivo”; Y es para ti y para mí la invitación del Señor a ser coherentes, para ser luz y sal entre los 14.500 restantes.

Dios, es el único que tiene derecho a juzgar, pero si como creo y la Iglesia me enseña, es justo y misericordioso. A cada uno nos pedirá según nos haya dado.

A ti y a mí nos ha dado o facilitado más conocimiento de su mensaje (Lo hemos oído muchas más veces que los demás), Luego tenemos más responsabilidad de ser fieles y coherentes desde lo más intimo de nuestro corazón.

Es sorprendente, como una de las palabras más contundentes del Evangelio es “Conviértete“.

Es también comprobado como ésta petición es actual y permanente y además solemne en momentos cruciales de la liturgia. Por ejemplo en la celebración del Miércoles de ceniza; donde las palabras del rito de la imposición dicen: ”Conviértete y cree en el Evangelio”.

Haciendo patente la actualidad de la llamada a la conversión a cada uno de los que la reciben. Convertirnos es vivir ante Dios y guiados por su Evangelio las veinticuatro horas del día y los trescientos sesenta y cinco días de cada año. Viviendo con unidad de vida, practicando con nuestras obras y palabras lo que creemos.

Vuelvo a interpelarme y te invito a que tu también metas la mano en tu corazón hurgando en nuestra vida interior: Sí mis pensamientos, mis palabras, mis obras y aquellas ocasiones que tuve la intención de hacer y no hice; fueran visionadas públicamente . .
-¿Darían testimonio de Ti, Señor?
-¿Se me reconocería como seguidor tuyo?. . .

Coherencia, vamos a pedírsela al Espíritu Santo. Unidad de vida cristiana, como respuesta al Evangelio de S. Pablo: “Ya comas, ya bebas hacedlo todo por amor de Dios”.

La no-coherencia en un cristiano público (el que se confiesa abiertamente como tal). Escandaliza a los más pequeños. A los sencillos de corazón y a los que no han tenido la oportunidad de una catequesis profunda.

No podemos eludir la responsabilidad. Sí nos declaramos cristianos o practicamos la religión. Esta confesión implica un modelo de vida que se parezca o al menos que luche por parecerse a Jesús: - en la comprensión.
- en la Caridad.
- en el perdón. - en el actuar cotidiano.
- - en el trabajo y en el ocio
- en nuestras relaciones y en nuestra piedad.
Coherencia, unidad de vida desde nuestra particular situación. Desde lo pequeño y peculiar del mundo que nos rodea. Que la mayoría de las veces se concreta en: nuestra familia, nuestros vecinos y compañeros de trabajo. Es ahí donde tenemos que vivir con espíritu cristiano. Es ahí, donde nuestros observadores tienen que descubrir que Dios les ama.
Hay un lema clásico de la Teología Moral que dicta:
“Sin ciencia, no hay conciencia”.
Es cierto que carecemos de conocimientos sobre muchas materias, que afectan a temas vitales para nuestra alma. Y es ahí donde “por coherencia”, tendríamos que despertar del letargo de la comodidad. Embarcarnos en la búsqueda de respuestas a las preguntas, que tantas veces nos hacemos. Y que con apariencia de buena fe, dejamos pasar como si no tuvieran explicación posible.

Indagar en buenos libros. Cuyos autores, por su andanza nos merezcan confianza. Y sí no tenemos esa cultura. Con humildad y sencillez, pedir a alguien; al sacerdote de nuestra parroquia o a nuestro director espiritual, que nos aconseje algún titulo apropiado. Para ir rellenando huecos que la comodidad y la mediocridad van dejando en nuestras mentes. Y que son trampas que a lo largo del camino, los detractores de la fe, utilizaran en contra de la Iglesia.
Sin mas recordar el apelativo de “borregos” con el que a veces titulan a los cristianos, aprovechando quizás la inocencia o sencillez de personas que viven una fe popular. Sin mucho conocimiento, pero que son fieles a los mandamientos de Dios y de la Iglesia. Sin poder dar razón de su convicción. Creyendo en la necesidad y conveniencia de vivirlos, simplemente porque lo manda la Iglesia. Fe admirable que ha de tener la recompensa prometida a los sencillos.

Entre lobos dice el salmo, que estamos echados. Pues para ayudar a esos mismos lobos y a todos. Hay que armarse con conocimientos y buena doctrina. Con la que vivir con absoluta libertad y paz la responsabilidad frente a Dios y Frente a los hombres.

La incultura, además nos consta. Que es la base, donde se cimientan las mayores injusticias. Y es un claro síntoma de falta de libertad. Pues él que no sabe carece de argumentos para exigir sus derechos y se deja manipular con facilidad.

Vivir el cristianismo hoy día requiere de estudio. De ahí el afán desde las parroquias en una nueva catequización de adultos, que fundamente aquello que siempre hemos vivido con buena fe; Es una labor de apostolado inherente al cristiano el deseo de formar nuestras conciencias y adquirir conocimientos para poder dar razón de ella. De ser maestros y luz. Y lo seremos en la medida en que nos preocupemos de estar primero bien formados nosotros. Pero además la formación, nos va a ayudar a tener actitudes críticas ante las vivencias más comunes.
La conversión a veces llega como a S. Pablo de una caída en cuenta, por cualquier echo fortuito o extraordinario. Pero el común de los cristianos que hemos sido bautizados, no podemos esperar a que nuestro caballo nos tire. Nosotros ya conocemos lo que debemos hacer:
-Profundizar, seguir creciendo y no quedarnos con la fe natural de niños, que aceptan sin más preocupación. ¡No están los tiempos para tanta bonanza!.

Pensaba hace un rato, cerca del sagrario, en una frase del Evangelio:
”Si vosotros no habláis, tendrán que hablar las piedras”.
¡Vamos a facilitar la labor!. ¡Vamos a tomar conciencia de nuestra responsabilidad de cristianos en medio del mundo! Y ¡Vamos a despertar nuestra inteligencia dormida en la comodidad de lo ritual!.

Vamos a buscar en lo profundo de la oración. En el trato intimo con el Señor, ese afán de conocerle más a trabes de su palabra. Y por tanto estaremos en mejores condiciones para seguirle. Para ser sus testigos en medio de este tiempo, que nos ha tocado vivir.

Coherencia, sabiduría. Por que además estamos hartos de ver como personas con ideas más locas, menos convenientes se encaraman en puestos dirigentes y aparecen en la televisión y en otros medios de comunicación. Para hacer la declaración de sus creencias escandalosas, para nosotros a veces.
Tú y yo. . . ¿por qué no?. No es falta de convencimiento. Es falta de Audacia.
La fe in nata desde el bautismo, nos haría dar la vida por defender lo que creemos, pero no es tiempo de mártires por la fe. ¿O quizás sí lo es......?.

Lo que pasa es que a veces nos negamos a no estar a la moda. Nos da miedo: por comodidad, respetos humanos o simplemente nos para, un raro complejo a que nos señalen o encasillen... Y tragamos ruedas de Molino..... Aunque luego él estomago de nuestra conciencia, nos deje sabor a la hiel amarga de nuestra cobardía.

A diario, vemos, como desde los medios de comunicación se difunden ideas erróneas o perjudiciales para la educación de nuestros hijos, o que atentan verdaderamente contra los derechos fundamentales de la persona: el derecho a nacer, el derecho a la intimidad, etc.
Y sin embargo seguimos apoyándolos desde que permanecemos con el canal encendido, mientras proyectan sus mensajes manipulados por el marketing, de grandes empresas. O desde nuestro silencio o miedo a hacer pública nuestra inconformidad con ellos. Ni siquiera a través de cartas al director de marketing del producto anunciado o a la prensa.

Para terminar este capitulo, recuerdo una frase que no sé a quien se la oí y que seguramente muchos se reirían de ella. Por que son tan ingenuos como para no creer en su existencia:
“El infierno esta lleno de bocas cerradas”
Eso que no entendí bien, al oírlo la primera vez. Es una gran verdad. Porque nuestro silencio o participación en la aceptación de cosas que atentan contra nuestra integridad o dignidad de personas. Es motivo de escándalo. Y puede dejar en el error a personas de cuya caída seremos responsables nosotros

1Según la Enciclopedia Larouse, el término “Beato”, se define como: feliz, bienaventurado. Dicese de la persona cuya santidad reconoce la Iglesia mediante el acto solemne de la “Beatificación"


1.6. OBJETIVOS PARA LA REFLEXIÓN

1. ¿Qué temas actuales( de los que se hable en Tv y prensa rosa)No son acordes con un comportamiento cristiano?

2. ¿Ante quien y en que cosas eres consciente de que eres la imagen de un cristiano?

3. ¿Has pensado alguna vez, en que Dios te llama a seguirle, con tu conducta?.

4. ¿Qué significa para ti, la expresión “conviértete”?.
¿Tu lo necesitas o crees que estas ya convertido?

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