sábado, 13 de septiembre de 2008

I Mi encuentro con las Bienaventuranzas

Recuerdo que hace tiempo, según iba escuchando homilías, catequesis. . . y miraba en mi entorno a los cristianos que me ayudaban a ir conociendo las costumbres, las oraciones, empezaba a leer en la Sagrada Escritura. Veía en todo ello un compendio de enseñanzas o conocimientos que entraban por mis oídos o por mis ojos, y se iban alojando dentro de mi cerebro, como verdades en las que tenía que creer, dejándome llevar de la buena voluntad de la fe.
Eso estuvo bien, mientras fui joven. Como papilla que se le da a un bebé, el Señor me fue preparando, hasta mi madurez. En la que como criatura libre, que piensa y decide, llegó el momento de plantearme: Dios; que se me ha presentado como un Padre. Que ha creado todo un universo de maravillas, sobre las cuales en cierta medida me ha dado dominio. ¿Qué busca?. ¿Qué quiere de mí?.

Todas esas verdades que yo había ido aprendiendo de la mano de mis padres, de mis hermanos mayores y las otras amigas y amigos con las que compartía culto y veneración a Ese Dios un poco lejano todavía, cambiaron de significado. No eran palabras para saberlas. Eran verdades para vivirlas, verdades en las que las promesas de Dios a los hombres se volvían actuales, y personales; ¡Eran para mí!. -Concretamente, Dios me hablaba a mí, y al de al lado, y a mi vecino. . .
Fui descubriendo así el sentido de la llamada, algo que yo leía en la vida de los santos, pero que no me había tomado nunca en serio. Estaba muy bien para los santos, tanto en cuanto en los libros de sus biografías, veía que estaban adornados con unas virtudes excepcionales, que yo desde luego no poseía. Luego la santidad era algo utópica. De la que no tenía que preocuparme. Y a la que era absurdo aspirar.

Pero al reflexionar y leer despacio en el Nuevo Testamento, cada día se me fue haciendo más clara, esta premura e insistencia de Jesús en que despertara. En que le siguiera. . .y ayudara a despertar a aquellos a los que como yo, me tomaba, se toman su historia de salvación como una historia muy bonita, que les pasó a otros.
De cualquiera de las verdades contenidas en el Evangelio: Toda la historia de salvación que hace con Israel, la continuidad bajo la acción del Espíritu Santo en su Iglesia Católica durante más de dos mil años. De cualquier punto podríamos partir para empezar a caminar como verdaderos cristianos, con el mismo ímpetu y fidelidad de aquellos primeros, que acabaron muchas veces en el circo romano para divertimento del César y sus amigos.
Lo importante es empezar. Y según nos cuenta el Evangelio de S. Mateo, Jesús, empieza su primer discurso evangélico, exhortando a la muchedumbre, (entre la que tú y yo, podríamos ser espectadores). Invita a todos, a vivir para el Reino de Dios, les hace participes, corresponsables con este evento. Les recuerda que todos deben ser sal y luz en medio de su tiempo. Y les explica como tienen que hacerlo.
Tu y yo, sentados entre aquellos primeros, intentamos, comprender las palabras del maestro. Y sin salir de nuestro tiempo, aplicamos sus enseñanzas a nuestra realidad.
¿Es posible hoy vivir las bienaventuranzas?. ¿Me es posible a mí, buscar el Reino de Dios y su justicia, en mi entorno?. ¿Soy yo, en medio de mi familia, de mis compañeros de trabajo, en mis obligaciones, sal y luz, para los hombres de mi tiempo?

El punto que yo he elegido en este trabajo concreto son: “Las Bienaventuranzas” con las que pretendo irte descubriendo que en cada cosa que nos rodea. En cada una de nuestras circunstancias, en nuestros estados de ánimo, etc. está vigente, actual y apremiante la llamada de Dios a nuestra Conversión personal.

Darnos cuenta de que “Bienaventurados”, es un calificativo por el que se nos tendría que reconocer a los cristianos. Porque las Bienaventuranzas son nuestro medio para alcanzar la felicidad a la que Dios nos llama desde el principio de los tiempos. Toda circunstancia vivida por los que tenemos fe. Nos han de hacer mirar en positivo. Nos han de descubrir el rostro de Dios que nos ama.
Los cristianos, debemos sentirnos felices, “Bienaventurados”. Por que son inmensas las riquezas, que Dios ha preparado para nosotros, y además nos da los medios; para que sin necesidad de cosas extraordinarias las podamos ir conociendo, cada día un poco más: la oración, los sacramentos, la Santa Misa y las enseñanzas de la Iglesia.
Está por tanto la cuestión en quererlas descubrir. Para ello empecemos por recordarlas. Como si fuera la primera vez que la leemos.....
“SERMÓN DEL MONTE”
EVANGELIO DE S. MATEO
TRADUCCIÓN: P. JOSÉ MIGUEL PETISCO
De la compañía de Jesús

E iba Jesús recorriendo la Galilea, enseñando en sus sinagogas
[1] y predicando el evangelio o buena nueva del reino celestial; y sanando dolencias y enfermedades en los del pueblo.
Con lo que corrió su fama por toda la Siria, y presentábanle todos los que estaban enfermos, y acosados de varios males y dolores, los endemoniados, los lunáticos, los paralíticos; y los curaba: e íbale siguiendo una gran muchedumbre de gentes de Galilea, Decapó lis, Jerusalén, Judea y de la otra parte del Jordán.
Y viendo Jesús a todo este gentío, se subió a un monte, donde, habiéndose sentado, se le acercaron sus discípulos, y abriendo su boca los adoctrinaba, diciendo:
Bienaventurados los pobres de espíritu
[2], porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos
[3], porque ellos poseerán la tierra.[4]
Bienaventurados los que lloran[5], porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia[6], porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia.
Bienaventurados los que tienen puro su corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacíficos
[7], porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia[8] , porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos seréis cuando los hombres por mi causa os maldijeren, y os persiguieren y dijeren con mentira toda suerte de mal contra vosotros. Alegraos entonces y regocijaos, porque es muy grande la recompensa que os aguarda en los cielos; del mismo modo persiguieron a los profetas que ha habido antes de vosotros.


[1] Edificios religiosos donde los judíos se juntaban a orar y a oír la explicación de la Ley.
[2] Los pobres que aceptan resignados su pobreza.
[3] Los que conservan la dulzura en las contrariedades.
[4] Significa tener parte en el reino de Dios en esta vida y en la otra.
[5] Los oprimidos y afligidos, y los que llevan vida penitente.
[6] Hambre de ser justos y santos.
[7] Los que viven en paz y la procuran a los otros.
[8] Por la virtud

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