sábado, 13 de septiembre de 2008

V B. los que buscan la verdad

S. Juan Evangelista (siglo 1) Judío de Betsaída, apóstol de la Iglesia repetía las palabras del Señor diciendo que la verdad nos hará libres. Pero al parecer, el hecho de que muchas cadenas sigan rodeando las vidas de los hombres, nos demuestra que muy pocos conocemos “la verdad.”
No siempre o quizás me atrevo a decir casi nunca; el hombre se conoce a sí mismo. Incluso, por naturaleza, la capacidad de observarse físicamente, cuesta trabajo. Al tener los ojos en un sitio concreto de nuestro cuerpo.

Podría ser distinto si lleváramos los ojos en las manos. Podríamos vernos: por delante y por detrás, por arriba y por los lados. Pero no es así.
Solo para contemplarse exteriormente, el hombre ha de utilizar instrumentos ajenos a él: espejos, la sombra, etc. Y lo necesita para saber como va, o como es físicamente.

Más difícil aún es intentar conocer nuestro organismo por dentro; ya que sabemos que es una compleja maquinaria, muy bien ensamblada; con infinidad de funciones y órganos: músculos, huesos, y nervios, sobre los cuales tampoco tenemos el dominio, ni siquiera un conocimiento exacto.

Tanto más complejo si hablamos de “nuestra vida interior”, nuestros sentimientos, pensamientos, sueños, proyectos y batallas ganadas y perdidas.

No siempre, la persona domina este campo de su ser. Por eso en muchas ocasiones nos asaltan: dudas, miedos desconfianzas o simplemente vivimos engañados por nosotros mismos.
Es curioso comprobar, como a veces, nos choca y violenta, el apreciar un juicio de otra persona sobre nosotros. Y a la larga, con humildad, nos demuestra la vida, que esa persona tenía razón. Que sabía más de nosotros, de lo que nos parecía; Según maduramos, reparamos, en que los equivocados éramos nosotros. Justificado está por tanto que el consejo de nuestros padres, de un profesor o un buen amigo, con madurez nos sea de gran ayuda y haga las veces de ese espejo para el alma, que hasta hoy no hubo científico, capaz de diseñar.

Conocerse a sí mismo, es un “Don precioso”. Que no solemos pedir, pero que nos hace mucha falta para desarrollar al cien por cien nuestras capacidades y aptitudes.
El hombre, lleva intrínseca el ansia por conocer cuanto le rodea, los “Por qué” y los “Contra”, de las cosas; A veces se distrae y no se conoce a sí mismo. Eso le resta eficacia, confianza y rectitud a sus obras. Y por tanto plenitud y felicidad a su vida.

La inteligencia, don de Dios infinito; nos ha de hacer escudriñar en nuestro interior, pero no lograremos un efectivo discernimiento, si no nos dejamos conocer, ni corregir.
Bienaventurados quienes tengan cerca ese espejo para su alma en él que puedan ver los brotes tiernos de sus capacidades; Para que puedan cuidarlos y fomentarlos; haciéndolos crecer, para el bien común y propio.

Bienaventurados, los que oyendo a los demás, observando con avidez sus sugerencias y obras, aprendan a conocer sus limitaciones y a corregir sus asperezas.

Bienaventurados los que conociéndose a sí mismos, son tolerantes con los demás, sabiendo calzar sus zapatillas de vez en cuando y juzgan con benevolencia sus caídas, sabiendo que ellos en sus circunstancias, tal vez lo hubiesen hecho peor.

Esta discapacidad natural para conocernos a nosotros mismos, es además el motor inyector hacía la humildad verdadera y argumenta sobradamente peticiones de ayuda al Señor, como esta:

“ Abre Señor, mis ojos, mi entendimiento, mi corazón y mi mente, para que conociéndome, pueda responderte mejor y servir con más eficacia a los que me rodean”.[1]
Bienaventurados los que buscan la verdad y la practican. Una de las primeras verdades, que el hombre olvida al verse erguido sobre sus pies es: ¿Quién es?, ¿De quien es?, ¿Quién le pensó y diseño con tanta perfección?. Y que pena da ver con cuanta facilidad esto olvidamos y cuantos errores y horrores se cometen en nuestra sociedad a causa de este olvido.

A veces crímenes como el aborto, no permiten que algunas...o muchas criaturas vean la luz[2]. No les dejan tener tiempo de madurar ni de tenerse que cuestionar a quien les deben la vida (que le arrebatan sin preguntarle).

Otras veces la manipulación de las conciencias y el trato de mercancías, que reciben muchas personas: en su mayoría mujeres y niños. (Enajenan las conciencias, sin dejarles sentir la dignidad de personas). Algunas otras veces, poniendo de excusa: la raza, el sexo, o el color de sus ideologías políticas ó religiosas. (Enarbolan sus banderas en contra de esos ciudadanos del mundo, hijos todos del mismo creador).

En medio de países ricos y la opulencia de la vida. Se degradan las costumbres que a través de las artes: las letras, el cine, la publicidad y los medios audiovisuales incrustados en el seno de la familia, como parte y razón de ella, terminan perforando la integridad de lo que es natural en si mismo (desnaturalizando). Dándonos su verdad, por encima de la verdad misma y primera que es el ser hijos de Dios, y no de bestias. Un Dios que con tanto esmero creó al hombre y al que donó de un regalo inapreciable:”Su libertad y su dignidad“.

¿Quién ha hecho olvidar al hombre esta verdad?. Que todo hombre y mujer son además de criaturas de una especie, o condición determinada “Hijos de Dios”.

En este faltar a la persona como tal estamos considerando también la violencia física o psíquica, que a través de los medios audiovisuales y prensa, llegan a nuestro conocimiento.

En menor grado, pero no de mejores consecuencias. Están las pequeñas rencillas domésticas, que en realidad forman parte de esa razón del mal, que corroe más aprisa a los corazones, que todos los gases a la capa de ozono de la que tanto nos preocupamos. Y que tienen su epicentro: en el odio, la envidia y el egoísmo entre otros “virus del alma” que a veces no se ven pero que están en el principio de los roces entre los hermanos, los padres y los hijos, los esposos, los compañeros, los amigos y los vecinos. Ciertamente, que muchas veces no salen a la luz, si no que se viven en lo oculto de las conciencias amasando vidas desgraciadas y llenas de hipocresía.

Bienaventurados los que buscan la verdad, por que ésta le llevará a Dios y en su presencia todas estas cosas se ven con nitidez y tenemos la opción de cambiarlas, o al menos de luchar por intentarlo y de buscar asemejarnos a lo que es posible que el Señor, querría para sus hijos.
Bienaventurados, por eso quienes en su vida se paran a hacer examen. Y sacan a la luz de su conversación con el Señor, los recovecos de su corazón. Él les hará ver donde está, lo que entristece o ensucia su alma y lo que dificulta sus relaciones interpersonales.

Muy al contrario de la actitud negativa y perezosa de ocultar nuestros defectos, con vanidades que antes o después dejarán al descubierto, nuestra fealdad.
“Todo lo oculto y hecho en secreto verá la luz y delante de todos, en el juicio universal”. “Frente a Cristo, que es verdad, será puesta al desnudo definitivamente la verdad de la relación de cada hombre con Dios”.[3]

El juicio final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena:[4] “Todo el mal que hacen los malos se registra-y ellos no lo saben. El día en que Dios no se callará”[5]. Se volverá hacia los malos:

”Yo había colocado sobre la tierra, dirá Él,
a mis pobrecitos para vosotros.
Yo su cabeza gobernaba en el cielo a la derecha de mi Padre
–pero en la tierra mis miembros tenían hambre.
Si hubiérais dado a mis miembros algo,
eso habría subido hasta la cabeza.
Cuando coloqué a mis pequeñuelos en la tierra,
los constituí comisionados vuestros
para llevar vuestras buenas obras a mi tesoro:
como no habéis depositado nada en sus manos,
no poseéis nada en Mí “[6]

-Que este pensamiento nos anime y ayude a una vida más sencilla, sin doblez.

Los errores humanos pronto reconocidos en nuestro examen particular. Y la estimulación de un espíritu de rectitud de intención Nos devolverán la alegría. Al darnos la oportunidad de pedir perdón, o perdonar pero sobretodo el gran placer de rectificar. Que a pesar de ser duro, es gratificante, si lo que nos mueve es alguno de estos motivos:

*Por amor a Dios. *Para el bien de nuestra alma. *Por todos los demás (que forman Iglesia con nosotros) y a quienes nuestras caídas afectan privándoles de santidad.

Sé que este tema de la verdad, es complicado. Por que cada cual cree tenerla y pone en duda la del otro si no se asemeja a la suya. Por eso como en anteriores capítulos, te invito a comenzar un recorrido por lo que este tema ha suscitado a otros autores más capacitados; En especial el Magisterio de la Iglesia.[7]
También de este tema, tendrás tus ideas y probablemente tus propias verdades. Que te recomiendo como siempre que las confrontes que no seas mero lector. Que te cuestiones a la luz de otras versiones, ¿Cuál es tu idea de la verdad?. Y si esto te ayudara a encontrar al menos parte de la tuya, permíteme felicitarte.

Quizás te pareció chocante que no comenzara este título con la proclamación del octavo mandamiento. Ciertamente que es tan importante, como para ocupar un sitio en el decálogo dejado a Moisés, para el bien de la comunidad. Como todos los mandamientos no son meras prohibiciones para fastidiar a los chismosos, o amigos de la mentira.

No soy yo quién, pobre de mí; para interpretar las intenciones de Dios. Solo creo que nos debiera bastar con estar convencidos de que Dios nos ama. Y un ser que ama. No impone unas normas solo para manifestar su poder y que queden bien claras, que quien no cumple sus leyes, no es digno de Él..Aunque esta, es un poco la “catequesis popular” que se percibe en muchos de los que se llaman cristianos.

Antes bien prefiero imaginar a un padre, como Tú y como yo, (probablemente), intentando llevar a sus hijos por el camino que les conduzca a la felicidad. Y no a una vida desgraciada y gris. Pero, como esto es tan serio, como para haberse preocupado Dios de que lo supiéramos. Ético es oír a nuestra madre la Iglesia, que nos lo explique:

[8]El Antiguo Testamento lo proclama.”Dios es fuente de toda verdad”, Su palabra es verdad[9]. Su ley es verdad[10] Puesto que Dios es el veraz[11], los miembros de su pueblo son llamados a vivir en la verdad.[12]

[13] En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó en plenitud. “Lleno de gracia y de verdad”[14], él es la “Luz del mundo”[15] la Verdad[16], El que cree en Él, no permanece en las tinieblas[17]. El discípulo de Jesús,”permanece en su palabra“, para conocer “la Verdad que hace libre”[18] y que santifica”[19].

Seguir a Jesús es vivir del “. Espíritu de verdad”[20], que el Padre envía en su nombre[21] y que conduce“ a la verdad completa”[22]. Jesús enseña a sus discípulos el amor incondicional a la verdad sea vuestro lenguaje: ”Sí, sí; no, no”[23].

[24]El hombre busca naturalmente la verdad. Está obligado a honrarla y atestiguarla: ”Todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas, se ven impulsados, por encima de su misma naturaleza, a buscar la verdad.

[25]La verdad como rectitud de la acción y de la palabra humana, tiene por nombre veracidad, sinceridad o franqueza. La verdad o veracidad es la virtud que consiste en mostrarse veraz en los propios actos y en decir verdad en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía.
Rico en detalles es este capitulo del Catecismo de Iglesia Católica[26] que no tiene desperdicio, y te animo a buscarlo y a meditarlo despacio. No-solo para las consecuencias propias que te pueda suscitar. Si no también para aclarar a los que te rodean, las dudas respecto de estos artículos. Y que hoy tanto la prensa, como el cotidiano vivir, lo está convirtiendo en un género popular. ¿Qué me dices de los programas, revistas, y entrevistas sobre famosos y no tanto que juegan arbitrariamente con su verdad?.

Y lo que es más cruel con la vida de los demás. Induciendo como sin querer la costumbre de difamar la reputación, o echar por tierra el honor del famoso de turno. Quién en muchas ocasiones entra en este juego, “Tomando su verdad”, como mercancía a la venta del mejor postor.

¿Qué tu y yo como cristianos no tenemos nada que decir al respecto?
Piénsalo al menos ¿Vale?.

[1] lo entrecomillado es del autor.
[2] En el año 2002 según datos del Ministerio de Sanidad y Consumo se realizaron en España 69.857 abortos legales, En Andalucía 11.697 y en Sevilla concretamente 2.163 abortos legales.
[3] S. Juan 12,49.
[4] Nº 1039 del C.I.C.A.
[5] Salmo 50,3.
[6] S. Agustín, ser 18. 4,4
[7] cfr. Juan Pablo II, Encl. Veritatis Splendor.
[8] Nº 2465 del C.I.C.A.
[9] Prov 8,7;2 s /,28
[10] Salmo 119,142.
[11] Rm 3,4
[12] Salmo 119,30.
[13] Nº 2466 del C.I.C.A.
[14] Jn 1,14.
[15] Jn 8,12
[16] Jn 14,16
[17] Jn 12,46
[18] Jn 8,31-32
[19] Jn 17,17
[20] Jn 14,17.
[21] Jn 14,26
[22] Jn 16,13.
[23] MT 5,37
[24] Nº 2467 del C.I.C.A
[25] Nº 2468 del C.I.C.A
[26] BIBLIOGRAFÍA: La documentación mencionada puedes encontrarla en el C.I.C.A , 3ª Parte, Sección 2ª. Cápitulo 2º. Articulo 8º, cuyos subtítulos son: I-Vivir en la verdad. II- Dar testimonio de la verdad. III- Las ofensas a la verdad. IV- El respeto de la verdad. V- El uso de los medios de comunicación social. VI- Verdad, Belleza y Arte Sacro.
Este texto es literalmente el punto 1039 del C.I.C.A.




1.3 OBJETIVOS PARA LA REFLEXIÓN:

1. - La búsqueda de la verdad ha de empezar por el reconocimiento de la verdad más inmediata. O sea de “Nosotros mismos”. Las virtudes, los defectos, nuestras preferencias, y nuestros intereses.
2. - Observar en nuestro entorno y descubrir los engaños o la falta de verdad que hay en muchas de las actuaciones de los hombres.

3. - Nuestra libertad, podemos vivirla en la medida en que conozcamos la verdad sobre las cosas.
4. – En el fondo de la verdad habremos de encontrarnos con Dios, pues Él dice de sí mismo que es: “El camino la verdad y la vida".

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