sábado, 13 de septiembre de 2008

IV B. los que aman

Cuando pensé en escribir esta pequeña reflexión, no me fiaba de mis conocimientos de ningún tema, ni de mi propia experiencia; Me sostenía el recuerdo de las Sagradas Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia Católica.

Éstas nos dicen que la caridad es el principio y el final de toda esta historia de salvación que nuestro Padre Dios, ha querido hacer con nosotros. Y nos lo dice así de bonito S. Juan en su Epístola:
”EN LA FUENTE DE LA CARIDAD”:

“Queridos, amémonos unos a otros ya que el amor es de Dios y todo el que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, por que Dios es amor.
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene. ¡En que envió a su Hijo único, para que vivamos, por medio de Él!.
En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amo y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.
Queridos; si Dios nos amo, de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie le ha visto nunca; Si nos amamos unos a otros Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.”[1]

Estas palabras del apóstol, a pesar de sernos conocidas, suelen olvidarse con frecuencia, especialmente en esas épocas áridas de las que hablábamos en el capitulo anterior. En las que deberíamos examinarnos sobre todo de si nos queremos a nosotros mismos, porque si no es así, ¿Qué amor podremos dar a los demás?.

En esos días en que estamos, como en crisis, nos solemos volver más ariscos; Evitamos a los demás y son muy pocos los deseos de compartir con nadie: ni tiempo, ni cosas, ni emociones. Eso nos hace sentir mal. Cuando un ser, que ha nacido del amor, no se ama a sí mismo, no puede dar amor. En vano oímos repetir las palabras de Jesús en nuestro corazón: ”Amaras al prójimo como a ti mismo. “ Y caemos en la cuenta de que es toda una lección, que pocas veces solemos meditar confundiendo o temiendo, este amarnos, por que Dios nos ama.

De pequeños, al recitar los Diez Mandamientos, podíamos olvidar o alterar el orden de alguno de ellos, pero lo que sí nos salía como cantinela era: “Estos diez Mandamientos se encierran en dos: Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.

Descifrando este escueto resumen de todo lo que Dios nos manda, quisiera resaltar, la última frase. A veces: “ El amarnos a nosotros mismos“. Se nos olvida.

Por eso; en estas modernas crisis existenciales por las que también pasamos los cristianos, deberíamos de introducir una nueva bienaventuranza: ”Dichosos los que se aman a sí mismos, porque podrán amar a los demás[2]”. Sin darnos cuenta, vamos también privando a los que nos rodean de nuestras riquezas y faltamos a la caridad que es el primer mandamiento. Cuando a nuestras obras les falta amor: son estériles, al menos a los ojos de Dios.

S. José Maria Escrivá, empezaba camino, con esta frase: “Que tu vida, no sea una vida estéril, sé útil. -deja poso- Ilumina, con la luminaria de tu fe de tu amor...”

Y es la primera formula de éxito en nuestro trabajo de cristianos. Los que nos rodean, tienen que darse cuenta de que los amamos. Por que así lo mandó Jesús a los que debieran seguirle:“Os doy un mandamiento nuevo; -Que os améis los unos a los otros. Qué como yo os he amado, así os améis, también vosotros los unos a los otros; en esto conocerán todos que sois discípulos míos.”[3]

En los tiempos que vivimos Siglo XXI, todo avanza y cambia muy deprisa. El diccionario de la Real Academia Española estudia y acepta cada día la incorporación de nuevas palabras e intenta definir mejor sus conceptos, aumentando o intentando clarificar mejor su comprensión y aceptación. Dando opción a una interpretación a veces ambigua de temas tan importantes como por ejemplo este del “Amor”. Sus definiciones deberían chocarnos, al menos desde un punto de vista cristiano. Vamos sin embargo a quedarnos con algunos de los términos empleados en él y que también nos pueden ayudar a reconocerlo como venido de Dios.

-Amor a la verdad: afecto por el cual el ánimo busca el bien verdadero o imaginado y apetece gozarlo.
-Amor apasionado: Sentimiento que atrae una persona a otra.
-Por el amor de Dios: Se usa para pedir con encarecimiento o excusarse con humildad[4].

El resto de las definiciones, búscalas si quieres, pero distan mucho de lo que me imagino que Jesús, quería decir, cuando, predica a los hombres, lo que les conviene, o como debe ser ese amor entre unos y otros, que tanto hace resaltar en la escritura.Por suerte, el termino “Caridad “ no sale tan mal parado aunque sí, bastante reducido:

-Caridad: -Amor a Dios y al prójimo; virtud cristiana opuesta a la envidia y a la animadversión, limosna o auxilio, que se presta a los necesitados.

Al observar estas definiciones. ¿No os da la sensación, de que falta algo?. Para nosotros cristianos, el amor y la caridad, no son términos separados, sino sinónimos. Y entre sus definiciones tendríamos que añadir, que cuando una persona no es capaz de sacrificarse por la otra, no la ama como Jesús nos enseñó.
Recuerdas. . . “amaos los unos a los otros, como yo os he amado”[5]. Si queremos amar como Él, tendremos que estar dispuestos a dar nuestra vida, en la cruz.

¿Y donde está nuestra cruz?. En nuestras apetencias, en nuestros intereses, que son los que tendremos muchas veces que cargarlos y tirarlos bien lejos. Porque nuestro amor propio, nuestro egoísmo, nuestra vanidad y nuestros caprichos, los tenemos que doblegar a las necesidades del otro. Procurar la felicidad del otro ser es a lo que llamamos hoy dar la vida por el hermano.
Vamos a viajar de nuevo a las escrituras; para leer despacito, pensando si queréis en las personas que nos rodean, a las que decimos que amamos: nuestro cónyuge, hijos, vuestros hermanos y familia cercana, vuestros amigos y compañeros . . . vuestros vecinos. . . Y a solas responderemos sinceramente:

¿Cómo estoy yo viviendo la caridad?, ¿Cómo les estoy amando?.
Quizás podríamos comparar nuestra forma de amar con lo que San Pablo nos dice:
“La caridad es paciente, es servicial.
La caridad no es envidiosa,
no es jactanciosa,
no se engríe,
es decorosa,
no busca su interés,
no se irrita,
no toma en cuenta el mal,
no se alegra con la injusticia,
se alegra con la verdad.
Todo lo excusa,
todo lo cree,
todo lo espera,
todo lo soporta”.[6]

Al preparar las catequesis para niños o contestar a alguna amiga sobre el tema de los mandamientos, he mirado siempre esta lectura y de paso sirve un poco para ayudarnos a preparar un buen examen para la confesión sacramental.

Realmente, ¿De qué nos confesamos?. . . – Y no penséis que es una pregunta tonta. Quizás hayáis tenido la oportunidad de escuchar a personas adultas, que suelen frecuentar la Iglesia e incluso comulgan con motivo de celebraciones familiares:

-“Yo no me confieso, porque yo no tengo pecados”.

Parece que a las personas se nos estuvieran olvidando los Mandamientos. Estos se basan en el Amor a los demás;
  • Cuando no perdonamos,
  • Cuando robamos algo material o íntimo de otra persona.
  • Cuando nos enfadamos o no somos pacientes.
  • Cuando matamos física o moralmente: criticando, humillando, anulando o ignorando.
  • Cuando no nos alegramos de los bienes de los demás.
  • Cuando usamos a los demás para nuestro servicio o interés,
  • Cuando no somos justos en el salario o las condiciones de los que de nosotros dependen.
  • Cuando buscamos nuestro bien por encima o al margen de los demás, cuando negamos nuestro apoyo y pasamos de largo ante quien extiende sus brazos o nos mira pidiendo ayuda, calor, apoyo... -No estamos amando como Jesús nos enseña No estamos amando como Jesús nos pide.

    “¿No has visto en que pequeñeces está el amor humano?. Pues también en pequeñeces está el amor divino “[7] Ciertamente, esas pequeñas cosas en las que caemos todos los días, son las pequeñas cosas en las que tenemos que luchar, por que son con las que podemos demostrar a Dios que le queremos, si queremos a los demás como Él nos encomendó.

    Por último te invito a que me acompañes al catecismo de la Iglesia católica, que nos dice: “La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.”[8]

Si tuviéramos que definir a Dios en dos palabras. Una de ellas sería “El Amor” y la otra “El Bien”. A lo largo de toda su predicación solo le vemos: hacer el bien por amor a los hombres. Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo.[9] Amando a los suyos “hasta el fin”[10], manifiesta el amor del Padre que ha recibido.

Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: ”Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; Permaneced en mi amor”[11].

Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo. Que murió por amor a nosotros cuando éramos todavía enemigos[12]. El Señor nos pide que amemos como Él hasta a nuestros enemigos.[13] Que nos hagamos prójimos del más lejano[14], que amemos a los niños[15] y a los pobres como a El mismo[16].

“Si no tengo caridad -dice también el apóstol- nada soy...”, Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma...”si no tengo caridad, nada me aprovecha[17]. La Caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: ”Ahora mientras vivimos subsisten: la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad”[18]

El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad[19]. Esta es “ vínculo de la perfección”[20]; Es la forma de las virtudes: las articula y las ordena entre sí; Es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar, La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino.

La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios. Éste, no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil; ni como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que responde al amor del “Que nos amó primero”[21]

La caridad tiene por frutos: el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; Suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión”.[22]


Todos estos puntos, recogidos de las enseñanzas de nuestra madre la Iglesia, nos dan la medida de lo que se nos exige como personas cristianas. A la vez nos hace comprender el gran escándalo que supone para los no creyentes que tú y yo, que nos declaramos cristianos delante de los demás, actuemos en muchas ocasiones sin ella.

Dios en su infinita misericordia, nos ve seguro luchar por limar nuestro carácter, y nuestras tendencias, pero hoy: ¡Vamos a renovar nuestro empeño por hacer de nuestras relaciones con los demás una verdadera virtud! Una vez hayamos aprendido a amar a los que tenemos cerca, podremos decir con firmeza. -¡Dios mío te amo!. Pero hasta entonces tú y yo tendremos que pedir con humildad “Enséñame a amar”[23]. Que no es simple limosneo de lo que nos sobra .

A veces nuestro amar; cuando no podamos aliviar o solucionar. Será o puede ser oración, encomendando sus necesidades. Unidos a los demás en la oración de los fieles. ¿Habrá caridad mayor?. Que preocuparnos por los que amamos, por su vida, por su salud y bienestar y por su alma. No lo debemos olvidar.

El ejercicio del apostolado cristiano, que se basa, en dar a conocer a Dios a los que no le conocen. Acercar a los que están lejos. Enseñar a los que ignoran estas verdades, que lo son, para la salvación del alma. Y la mayoría de las veces aprenderán: -Piénsalo bien. Al vernos vivir lo que predicamos, con la palabra.

Muchas más formas, de seguro, se te están pasando a ti, que lees esto, mientras intentas estar un rato en la presencia del Señor, concreta y pide a la Virgen, “el amor de los amores” de nuestro Dios que te ayude a vivir con más caridad y yo también me anoto este propósito, para con aquellos a quienes por la precipitación de esta vida, parece que hemos olvidado en el camino, por nuestros amigos de siempre, y por los que pudieran serlo. . .


[1] 1ª Epístola de S. Juan 4, 7-12.
[2] Lo entrecomillado es del autor.
[3] S. Juan 13, 34-35.
[4] Diccionario Enciclopédico Larousse. Ed. Planeta 1978.
[5] S. Juan 13,34-35
[6] 1ª Co.13,4-7.
[7] Camino 824.
[8] Punto 1822, Catecismo de la Iglesia Católica.
[9] Jn 13,34.
[10] Jn 13,1
[11] Jn 15,9
[12] Punto 1824, 1825, Rm 5 10,
[13] MT. 5, 44
[14] Lc. 10,27-37
[15] Mc 9,37
[16] MT. 25, 40-45.
[17] 1ª Co. 13,4-7
[18] 1ªCo. 13,13
[19] Punto 1827. del Catecismo de la Iglesia Católica.
[20] Col. 3,14.
[21] Jn.4,19.
[22] Punto 1829 del Catecismo de la Iglesia Católica.
[23] Camino 423

1.2 OBJETIVOS PARA LA REFLEXIÓN:

Pensar sobre la manera en que amamos a los demás.
Considerando tres puntos concretos:

1.-¿Cómo es el amor de Dios, para con nosotros?.
2.-¿Cómo amamos nosotros a los que nos rodean?.
3.-¿Qué le falta a nuestra forma de querer, para que cumpla la exigencia del Evangelio?.

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